domingo, 12 de abril de 2015

Lo económico y lo social

(Un artículo de Guillermo Dorronsoro, Decano de  Deusto Business School, publicado en DEIA el 14 de Marzo 2015)

El lenguaje que utilizamos va construyendo una forma de entender la realidad, y por eso  es importante usarlo con propiedad. Y en los últimos tiempos estamos construyendo una barrera cuando hablamos de lo económico y de lo social para describir dos facetas diferentes de nuestra actividad.

Hablamos de planes económicos cuando nos referimos a la creación de riqueza, y en coherencia, utilizamos como patrón de medida el crecimiento del producto interior bruto. Hablamos de empresas y empresarios, hablamos de instituciones financieras, hablamos de inversiones, y todas esas cosas nos parece que encajan bien en el ámbito de lo económico.
Y hablamos de planes sociales cuando nos referimos a cómo se distribuye la riqueza, y utilizamos para medirlo el coeficiente de Gini o, últimamente, las tasas de desempleo, que se ha convertido en el factor de desigualdad más evidente. Hablamos de ONGs, de rentas de garantía o de viviendas protegidas.

Y vamos tirando con esa división entre lo económico y lo social, y vamos interiorizando que lo propio de la economía es crear riqueza y distribuirla mal, y lo propio de lo social es ayudar a las personas a las que la economía maltrata.

No es casual esta percepción, el sistema de capitalismo global imperante ha demostrado que es el más eficiente para crear riqueza, pero es mucho más torpe para repartirla. Y esa torpeza es mucho más visible cuando la economía crece despacio, porque la poca riqueza que se crea queda atrapada por aquellos que tienen más poder en el sistema, mientras los que quedan abajo ven como cada día se tienen que arreglar con menos.

Pero no tendría que ser así, y tenemos la responsabilidad histórica de arreglar esta disociación. Igual que reclamamos y defendemos las líneas rojas en políticas sociales (como la educación o la sanidad), la sociedad tendría que reclamar y defender líneas rojas en materia de políticas económicas. ¿De qué vale tener instrumentos para distribuir la riqueza, si nos olvidamos de crearla? ¿Qué futuro tendrá esta sociedad, si decidimos que quienes se dedican a la creación de riqueza  son enemigos de la sociedad, cuyo único destino es ser asados en impuestos para que paguen sus delitos?

Por eso me ha gustado mucho la estrategia económica que ha presentado a principios de ese mes de marzo la Primera Ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, que desarrolla cuatro ejes: Inversión, Innovación, Internacionalización y Reducción de Desigualdades. Tres ejes para crear el contexto en el que puedan florecer empresas y un eje para recordar a esas empresas que es también su trabajo repartir bien la riqueza que crean.

Y no ha dividido esta estrategia en dos, estrategia económica y estrategia social, sino que interioriza que debemos transformar la economía, para que vuelva al camino que no debió abandonar: estar al servicio de la sociedad.

Hay más cosas que me gustan de la estrategia económica de Escocia, un país con el que Euskadi comparte muchas facetas. Por ejemplo, cuando en el primer eje, el de la inversión, prioriza las inversiones en las personas, e incluye también aquellas necesarias para la defensa del medio ambiente.

No es casualidad que Escocia sea un país referente por la calidad de sus Universidades (4 situadas entre las 200 mejores del mundo en el exigente ranking que publica anualmente el Times Higher Education), y tampoco que sea líder mundial por su producción científica (en términos relativos a su dimensión) ¿Sabías que la máquina de vapor, la bicicleta, el teléfono, la televisión o la penicilina, fueron desarrollados por la ciencia y la ingeniería escocesa?

El futuro de los países depende de las inversiones que sean capaces de hacer hoy en sus personas, en sus infraestructuras de conocimiento y en su industria. Y por supuesto, depende también de que estas inversiones se hagan con criterios de justicia, que no demos por perdida a la economía como motor de la igualdad.

Nos interesa mucho que nuestra economía vaya bien, porque es condición indispensable crear riqueza para luego poder distribuirla. O mejor aún, nos interesa una economía que aprenda a distribuir mejor esa riqueza que creamos.

Sin duda es un reto histórico, y nos llevará mucho tiempo cambiar las reglas de juego, pero todas las grandes transformaciones, empiezan por romper barreras que tenemos dentro de nuestras cabezas. Vamos a dejar de separar en nuestras cabezas lo económico y lo social, vamos a recuperar la imagen de empresarias y empresarios como lo que son, motores del desarrollo social y prosperidad.


Vamos a trabajar porque Euskadi sea líder en mundial en la creación de las condiciones para que la economía florezca. Pero será una economía diferente, una economía que no olvide su fin último: la sociedad, las personas.

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