martes, 30 de julio de 2013

Vivir bien en un mundo solidario y sostenible


 Desde que estalló la crisis económica, la recuperación de la “senda del crecimiento” se ha convertido en una de las principales obsesiones de los gobiernos. La vuelta al crecimiento parece servir igualmente para justificar cualquier  tipo de medida, incluso las más impopulares. Sin embargo, el tan ansiado crecimiento sigue sin llegar, y los únicos resultados visibles de las políticas de recortes y ajustes son una profundización de las consecuencias sociales de la crisis, sobre todo para los más débiles.



Frente a esta situación, surge una pregunta inevitable: ¿realmente es posible volver al crecimiento? Para los autores del libro “Adiós al crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible” (editorial El Viejo Topo), la respuesta es un no rotundo, debido a que el deseo de un crecimiento económico infinito choca inevitablemente con los límites físicos y ecológicos del planeta. Es hora por tanto de planear un nuevo modelo económico que nos permita satisfacer nuestras necesidades básicas dentro de dichos límites. De todo ello hablamos en esta entrevista con Florent Marcellesi, coordinador de Ecopolítica, centro de estudios dedicado a la ecología política, y uno de los coautores de la obra mencionada (junto a Jean Gadrey, economista y miembro del consejo científico de ATTAC Francia y Borja Barragué, investigador de la UAM y miembro también de Ecopolítica).

 

Noticias Positivas: Según explica el prólogo del libro, los partidarios de la ortodoxia económica apuestan por los recortes y la austeridad para hacer más eficiente el sistema económico y así volver a crecer. En cambio, la izquierda apuesta por estimular la economía para recuperar dicho crecimiento. Sin embargo, ustedes, los autores del libro, dicen que ninguna de las dos opciones es la adecuada, porque lo que en realidad es imposible en volver a crecer. ¿En qué se basan para hacer este planteamiento?

Florent Marcellesi: Nos basamos en el dilema del crecimiento. Según el mismo, en tiempos de recesión, la economía del crecimiento te lleva al colapso social, al paro, a la pobreza y a la miseria. En cambio, en tiempos de bonanza, la economía del crecimiento te lleva al colapso ecológico. Por tanto, para salir de este dilema hay que encontrar nuevas vías, ya que la vía de los ajustes solo provoca sufrimiento y ahondamiento en las dificultades de la población, mientras que la vía de la estimulación de la economía no funciona, simplemente porque el crecimiento infinito no es posible a nivel ecológico. No podemos consumir y producir por encima de los límites ecológicos del planeta.

Esta no es solo una razón ideológica, sino práctica, basada en la realidad material. Estamos viendo cómo se está terminando una era histórica, principalmente desde la Segunda Guerra Mundial, en la que todo se basaba en el crecimiento. Si miramos la evolución de las tasas de crecimiento durante las últimas décadas, es evidente que hay una decadencia estructural del crecimiento desde hace años. En definitiva, el crecimiento no puede volver ni volverá. Por tanto, nos toca imaginar una economía próspera sin crecimiento. Ese es el gran reto que tenemos ahora mismo.

N+: ¿Por dónde se debería empezar para encarar este reto?

FM: Lo primero es pensar en términos de transición. Esa es la palabra clave. Ahora sabemos que nuestro modelo de vida es injusto e insostenible. Por tanto, debemos evolucionar a otro modelo de producción y consumo que nos pueda permitir vivir bien dentro de los límites ecológicos.

Esta transición tiene varios pilares. Uno de los principales es pensar y repensar qué tipo de actividades y empleos son deseables en una economía del poscrecimiento. En este sentido, tenemos que ser claros: hay actividades y empleos que no valen, como la fabricación de armas o como todas las actividades que vulneran la ética más elemental, así como las que no respetan los limites ecológicos del planeta. Pero a la vez, hay un montón de actividades y empleos verdes que tienen cabida y que son necesarios, como todo lo que tiene que ver con la agricultura ecológica, las energías renovables, la rehabilitación de edificios, el  transporte sostenible, la gestión de residuos, las economía social y alternativa o la economía de cuidados.

Al final los pilares de esta nueva economía se basan en cuidar de las personas, de la naturaleza y también de las cosas, pues necesitamos que duren más y que se terminen prácticas como las relacionadas con la obsolescencia programada. Esta nueva economía también se apoya en valores, como son resaltar y reforzar la ecología, la solidaridad, la participación y la autonomía.

N+: Entonces, habrá empleos que no tienen cabida en esa nueva economía, pero en cambio se impulsarán otros sectores. ¿El saldo resultante de lo que hay que sumar y restar sería positivo o negativo?

FM: El balance neto sería positivo. Aunque es complicado sacar muchas cifras porque no hay tantos estudios que calculen los empleos perdidos, sí sabemos que podemos crear, según la OIT, hasta un millón de empleos en España de cara al año 2020 si invertimos en actividades y empleos verdes.

También sabemos que ecología y trabajo van de la mano. Y más en el futuro, debido a la crisis energética, que nos va a obligar a sustituir en parte las máquinas por más trabajo humano. Al haber menos energía, tendremos que volver a hacer más cosas con nuestros brazos, y eso supone más empleo. Por ejemplo, se calcula que en la agricultura ecológica se necesita un 30% más de empleo que en la agricultura industrial.

N+: ¿A qué se refiere con la crisis energética?

FM: Me refiero al fin de la era del petróleo y de los combustibles fósiles baratos, abundantes y de buena calidad. Debido al agotamiento de estos combustibles, la energía será cada vez más cara, poco abundante y de mala calidad. Por tanto, la matriz energética de un mundo poscrecimiento tendrá que estar basada en otros pilares.

El primero de estos pilares es la reducción del consumo energético. Siempre digo que la energía más limpia es la que no utilizamos. Los otros dos pilares son las energías renovables y la eficiencia energética.

N+: Precisamente, el modelo energético siempre aparece cuando se habla de otro tema fundamental por sus implicaciones ecológicas y sociales, como es el cambio climático, que no deja de ser a ojos de muchos expertos una consecuencia más de la política del crecimiento económico.

FM: Está probado que a más crecimiento económico, se producen más consumo energético y más emisiones de gases de efecto invernadero. Es cierto que es posible reducir las emisiones por unidad producida. Por ejemplo, un coche último modelo produce por sí solo menos emisiones que un coche antiguo. Pero lamentablemente, como el consumo de coches y el número de unidades vendidas es mucho mayor, las emisiones globales al final son mucho mayores. Eso es lo que llamamos efecto rebote, que señala que, a pesar de las mejoras tecnológicas, el consumo global, impulsado por la lógica del crecimiento continuo, es tan elevado que hace perder todos los beneficios derivados de esas mejoras.

N+: En su libro “Prosperidad sin crecimiento”, Tim Jackson afirma que es posible una nueva macroeconomía ecológica. Para ello, nos dice, el consumo debe dejar de ser la clave de bóveda del sistema económico.

FM: Tiene toda la razón Jackson al decir que necesitamos una nueva macroeconomía. Es la única manera de salir del  círculo vicioso del crecimiento. Según esta lógica, siempre necesitas más producción para crear más empleo, y a más empleo, generas más poder adquisitivo, que te permite incrementar el consumo. De igual modo, el consumismo crea más empleo y más beneficios para el capital. Esa es la rueda creciente y sin fin que hay que romper cambiando claves básicas de la economía.

Para lograrlo, hay que dejar algunas cosas claras. Como que no nos vale cualquier tipo de productividad ni de poder adquisitivo. Es necesario que abandonemos la idea de que siempre va a aumentar la productividad.  También debemos ser conscientes de que la productividad tiene a menudo impactos sociales y ecológicos negativos. Por último, hay que sustituir el poder adquisitivo por lo que llamamos el poder de vivir bien, que incluye más que la capacidad de compra, dando cabida a valores humanos esenciales, como la solidaridad, la autogestión o la participación.

Tampoco nos vale la dictadura del PIB, que evidentemente no es un indicador del bienestar. De ahí que haya que sustituir el PIB por otros indicadores que tengan en cuenta los impactos sociales y ecológicos y además el bienestar real y la felicidad de las personas.

N+: ¿Sería la Economía del Bien Común de Christian Felber una de las claves para cambiar la manera de analizar los impactos y el producto de la actividad económica?

FM: En realidad, existen ya muchos indicadores de riqueza alternativos. El problema no es tanto crear indicadores sino utilizar los existentes. Tampoco hace falta que vengan los expertos a decirnos cómo hay que crearlos, sino que debe ser la ciudadanía quien diga qué horizontes ecológicos y sociales quiere. Es decir, es la ciudadanía la que debe definir para qué que estamos consumiendo y trabajando.

Por otro lado, la Economía del Bien Común lo que nos aporta es sobre todo una herramienta muy útil. No es tanto una teoría, ya que en realidad retoma muchas cosas que ya existen, por ejemplo en la economía social y solidaria, pero lo que sí nos proporciona son herramientas muy prácticas para poder convencer a todo el sector empresarial.

Hablamos de un asunto bastante crucial, pues si defiendes una línea más alternativa cuesta que los empresarios te hagan caso, pero Felber tiene una capacidad de llegar muy potente que le permite decir a las empresas que lo importante no es tanto sus beneficios sino el balance social. Además, el bien común es un concepto muy potente porque suena a un cambio en positivo.

N+: Si lo importante no son los beneficios, sino el balance social, ¿significa eso que hay que repartir más el fruto de esos beneficios entre la sociedad?

FM: Evidentemente. Está claro que, además del cambio productivo, es necesario profundizar mucho más en la redistribución de la riqueza y del trabajo. El cambio que defendemos no puede funcionar en una sociedad desigual. Así lo defendemos en el libro, que no en vano ha sido escrito por gente que viene del mundo ecologista y de las luchas sociales.

Por esta defensa de la redistribución hablamos de cosas como la renta básica de ciudadanía o la renta máxima, dos de las principales reivindicaciones de los movimientos sociales que abogan por una mayor justicia económica. También apostamos por la redistribución del trabajo, tanto por sus efectos sociales como ecológicos. Un claro ejemplo es la reducción de la jornada laboral que se defiende en el Informe 21 horas.

N+: ¿Y cómo se puede conseguir que las instituciones europeas y nacionales, tan fieles de momento a la ortodoxia neoliberal, viren hacia estos planteamientos tan alternativos que usted propone?

FM: Debemos poner en marcha una doble estrategia. En primer lugar, una estrategia desde abajo, porque la mayor innovación procede de los movimientos sociales y de los nuevos colectivos que emergen y que desarrollan interesantes propuestas, como los sistemas de monedas locales, los huertos urbanos, la agroecología o las ciudades en transición. Ahí tenemos un laboratorio muy potente donde se experimenta de manera directa lo que puede ser el mundo de mañana.

Al mismo tiempo, no hay que quedarse solo en esta dimensión. De alguna manera, debemos encontrar la manera de institucionalizar estas formas desde abajo. Aquí entra en juego la dimensión política de nuestra lucha a nivel local, regional, estatal, europeo y global. Debemos ser capaces de entrar en las instituciones para que este modelo no sea solamente para unas pocas personas, sino que se pueda generalizar para el resto de la sociedad.

 

viernes, 19 de julio de 2013

“Es momento de compromiso, no de desmoralización”



La Catedrática de Ética, Adela Cortina, fue la encargada de cerrar el ciclo de conferencias del curso académico 2012-2013  en el Club de Encuentro. Una invitada que como bien dijo el Presidente del Club, Francisco Puchol “es un acierto tenerla y todo un lujo para esta ciudad, para esta Comunidad y para este país”. La filósofa reunió a una gran cantidad de público y colgó en la sala el cartel de completo.

Alejandro Mañes, Tesorero del Club de Encuentro, presentó a la conferenciante y subrayó la importancia de la ética y los valores morales en la actualidad.  Adela Cortina comenzó su intervención agradeciendo a la Junta Directiva del Club su invitación para a continuación afirmar contundente que “la ética en tiempo de crisis es urgente e importante, como decía Ortega”.
 

Previamente a entrar a fondo en la cuestión, Cortina se preguntó qué es una crisis, acudiendo a la definición del diccionario de la Real Academia y aplicando la definición hacia un tipo de crisis espiritual o histórica. “una mutación muy importante que está en un proceso en desarrollo”.  “Lo que hemos descubierto con esta mutación es que había un conjunto de valores éticos, valiosos e importantes, que creíamos que los habíamos incorporado y resulta que no es así” explicó.

“La sociedad española, desde la Transición, iba hacia una sociedad cada vez más democrática, con más medios económicos, más cultura, mejor sanidad… íbamos prosperando poco a poco. De pronto esta crisis poliédrica ha demostrado que es posible parar y es posible retroceder”  manifestó la filósofa.  Adela Cortina propuso una serie de cuestiones que se pueden establecer desde la crisis.

“Reflexionar y aprender” es uno de los puntos más importantes para ella. “¿Qué es lo que nos ha pasado? ¿Qué ha fallado? ¿Qué creíamos que teníamos que haber hecho y no hemos hecho y nos gustaría hacer?” se preguntó. La invitada subrayó que hay que convertir los problemas en oportunidades y aprender de la situación actual. “Con la crisis tenemos que aprender que determinadas decisiones han tenido repercusiones que han sido malas. Es importante en las crisis no volver a repetir las decisiones que hemos tomado” expuso.

“Es momento de compromiso, no de desmoralización” afirmó la ponente. “Me temo que nuestra sociedad está muy desmoralizada con el tema de la crisis. No tenemos ganas de enfrentar los retos del futuro, pero por ello es un momento clave. Es un deber moral abrir caminos de esperanza” dijo.  Para la Catedrática es necesaria potenciar una cultura de la obligación y para ello planteó dos estrategias.

“Desde todas las actividades sociales, pensemos cuales son las metas de esas actividades y cuáles son las virtudes o excelencias  que es necesario desarrollar” explicó.  Cortina apoyó la tesis de que la vida humana se compone de actividades como la política, la economía, la universidad, la sanidad… y cada una de esas actividades cobran todo su sentido de perseguir una meta que es la que les da sentido y legitimidad social.  Es una actividad legítima porque proporcionan un bien a la sociedad. Puso como ejemplo la Universidad o la economía, de la que dijo que sin la ética, era una “mala economía”.  “Hay que recordar esos bienes internos y defenderlos y recuperarlos” matizó y para ello son necesarias las virtudes ya que estas predisponen hacia la felicidad.

Adela Cortina habló también de la universalización de la excelencia. “No se construye nada con la mediocridad” afirmó, pero remarcó que esa excelencia debía ir enfocada a mejorar uno mismo cada día, sin desplazar a los demás y dirigirla hacia el bien de la comunidad.

No debemos dirigirnos hacia una cultura del individualismo, un invento falso  porque “los seres humanos nos somos seres aislados”.  La Catedrática explicó como lo primero que nos constituye como seres humanos es la capacidad de cuidarnos y de cooperar. “Nos distinguimos no tanto por el egoísmo, como por la cooperación” resaltó.  Para Adela Cortina, el ser humano más inteligente prefiere cooperar a competir y esa ayuda mutua ha hecho que prosperemos.

Pero además, existe otra actitud básica que ella considera necesaria y es la capacidad de compadecer. “La compasión es la capacidad de padecer con el sufrimiento de otros y alegrarnos con la alegría de otros”.  La compasión dirige a la empatía y nos hace ver que todos son importantes, dijo.

Cortina concluyó citando a Kant, a Oscar Wilde y a Antonio Machado  y afirmando que a los seres humanos no se les debe instrumentalizar, “son fines en sí mismos” y no medios. “Si cultivamos la cultura de la compasión, nos podremos librar de muchas crisis y habremos respetado a esos seres humanos que tienen dignidad y no un simple precio”.

¿Qué es el Club Encuentro?:

Según su Presidente, Francisco Puchol-Quixal y de Antón, el Club de Encuentro Manuel Broseta se sitúa “en defensa del ideario democrático, la participación, el respeto, la pluralidad, y también de nuestra tierra, nuestra cultura y nuestra forma de ser… Nos gusta escuchar, opinar, debatir, reflexionar, contribuir a crear opinión. Nos preocupa el pasado, el presente y, especialmente el futuro de nuestra sociedad. Creemos que las cosas no ocurren “porque sí”, e intentamos, por medio de “encuentros”, tertulias y reflexiones, debatir sobre los “por qué” de las cosas y los “cómo” poder influir en ellas. Nos gusta conocer a los personajes, a los actores que desde la política, la literatura, la economía, el arte o cualquier otra manifestación humana, influyen de forma notable en nuestra vida: somos curiosos y participativos, pero siempre desde el respeto, la consideración y el pluralismo.”

miércoles, 10 de julio de 2013

Caritas Bizkaia: Informe anual - 2012 - urteko txostena


 
En la presentación de sus respectivos informes anuales de 2012, las Cáritas de Euskadi advierten que las situaciones de pobreza se están agravando y haciendo persistentes en el tiempo

En el análisis de los datos del año 2012 se aprecia que la situación de pobreza y vulnerabilidad social de las personas y familias atendidas por las Cáritas Diocesanas de Bilbao, San Sebastián y Vitoria van empeorando a medida que persiste en el tiempo, así como que esta ‘cronificación’ de las situaciones está provocando el consiguiente alargamiento de los procesos de incorporación social.

Cuatro son las principales causas de este empeoramiento que conlleva que un tercio de las personas atendidas por Cáritas en 2012 lleven más de tres años siendo acompañadas. Al endurecimiento de las condiciones de vida (principalmente por culpa del desempleo y el endeudamiento de las familias) se une un creciente desgaste de sus redes de apoyo familiar y social. Agrava su situación que la respuesta a esta realidad social es insuficiente en materia de prestaciones económicas, sanidad, educación y servicios sociales, a lo que se une la desesperanza con la que las familias perciben su horizonte vital.

Ver informe aquí.
Ver nota de prensa
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2012ko urteko txostenen aurkezpenean, Euskadiko Cáritasek ohartarazi dute pobrezia egoerak larriagotzen eta denboran egonkortzen ari direla

2012ko datuen azterketan ikus daiteke Bilboko, Donostiako eta Gasteizko Elizbarrutietako Cáritasek arreta emandako pertsona eta familien pobrezia eta babesgabetasun egoera okerrera doala eta denboran egonkortzen ari dela. Gainera, egoera horiek “kroniko” bihurtzeak eragiten du gizarteratze-prozesua luzeagoa izatea.

Cáritasek 2012an arreta emandako pertsonen herenak hiru urte baino gehiago daramatzate laguntza horren beharrean. Horren arrazoi nagusiak lau dira: Bizi-baldintzak gogortzea (batez ere langabeziaren eta familien zorpetzeen eraginez) eta gainera familia eta gizartearen babes-sareak ahultzea. Errealitate sozial horren erantzuna ez da nahikoa zerbitzu ekonomiko, osasun, hezkuntza eta gizarte-zerbitzuei dagokienez. Horri gehitu behar zaio familiek ez dutela etorkizunean itxaropenik ikusten.

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jueves, 4 de julio de 2013

Falsos dioses, nuevos demonios


(Editorial del nº679 de la revista Nuestro Tiempo, de la Universidad de Navarra, por Nacho Uría, Director de la revista)

Decía Chesterton que se cae en la idolatría no sólo por la creación de falsos dioses, sino también por la invención de nuevos demonios. Por ejemplo la crisis, diablo de moda que lo justifica todo.
El Poder, siempre dispuesto a convertirse en poder absoluto, utiliza el miedo con la maestría de siempre y evita así reconocer que las grandes heridas de nuestra sociedad son la corrupción moral y la cobardía.
La realidad cotidiana atormenta a cientos de miles de familias y las empobrece hasta límites indecentes. Los políticos y financieros intentan solucionar un problema creado por ellos y piden paciencia y rescates, pero a un precio que pagan otros. Otros -más bien casi todos- que disfrutábamos con frivolidad de la fiesta, pensando que los “tipos de interés” eran personas interesantes. Luego llegó la vida procedente de Alemania y se acabó la diversión.
La sociedad occidental -¿poscristiana sin remedio?- padece una brutal crisis de identidad y se muestra incapaz de reducir las injusticias y la violencia. Occidente impone un legalismo paradójico que dice asegurar más libertades que nunca, pero que nos hace menos libres.
La religión y la ciencia también tienen sus demonios. La primera cuando cae en fanatismos impíos o levanta guetos espirituales. La segunda al presentarse como la única verdad y rechazar el azar, la risa o el misterio. Empeñada, como escribió Buñuel, “en halagar en nosotros una omnipotencia que conduce a nuestra destrucción”.
La salida de este caos social se antoja difícil, pero pasa sin duda por reivindicar la justicia y no tener miedo a la libertad –la que Dios quiso para sus hijos–, asuntos clave en el pontificado de Francisco. Pero requiere también aplicar la doctrina social de la Iglesia, que reclama que los recursos no sean propiedad del Estado, pero tampoco de una plutocracia que los monopoliza en vez de distribuirlos. De otro modo, la decadencia espiritual nos empujará una vez más a colar el mosquito y tragarnos el camello.

En la premonitoria y ya clásica novela Un Mundo Feliz, la neumática Lenina aseguraba que la ilusión de una felicidad universal exigía que “la sociedad sea manipulada, la libertad de elección y expresión reducida, y el intelecto y las emociones inhibidas”.
Nuestro mundo se parece cada vez más al inhumano mundo que imaginó Huxley. Cambiarlo requiere discernimiento (crítico), acción (comprometida), desobediencia (inteligente). Y sobre todo misericordia. Mucha misericordia.