“El Papa del Pueblo,
Francisco, está redefiniendo el papado con humildad y franqueza…” dice la portada de TIME del 29 de julio, y dentro de la
revista, el título “Un Papa para los pobres”, de un artículo de 4 páginas que Howard
Chua-Eoan escribió poco antes de la visita del Papa Francisco a Brasil. Empieza
con hablar de la zona miserable de Manguinhos
al norte de Rio de Janeiro, donde las excavadoras están preparadas para tirar
las casas de los pobres y “limpiar” la cara de la ciudad con vistas al
Campeonato del Mundo de Futbol de 2014. Y más en particular la Comunidad de Varginha en Manguinhos, que es aún más
miserable, y que Francisco quería visitar en su viaje a Brasil. Muchos pobres
no quieren moverse de estos sitios donde ellos mismos han construido con sus
propias manos sus casas y han instalado de forma artesanal el suministro de
electricidad y de agua. Esperan que la visita del Papa impida su destrucción, como
lo impidió ya Juan Pablo II con su visita en 1980. En la fachada de una chabola
alguien ha escrito en color azul claro “El
Papa va venir a Varginha para visitar a los pobres. ¡Los pobres serán muy
felices!” El autor del artículo dice “Saben
que Francisco es el Papa de los pobres. ¿No eligió el nombre del hijo de un
hombre rico de Asís, que abandonó todo para caminar apenas calzado, un santo
vestido de tela de saco?” Un Papa que dijo que el pastor debe oler como sus
ovejas… Un Papa para los olvidados de Dios…”
Efectivamente,
el jueves 25 de julio, el Papa Francisco visita la Comunidad de Varguinha, como
se puede ver en este Vídeo
del Vaticano (aconsejable ver y escucharlo en su totalidad, hay versión
española), y dirigió este discurso a sus habitantes:
“Desde
el primer momento en que he tocado el suelo brasileño, y también aquí, entre
vosotros, me siento acogido. Y es importante saber acoger; es todavía más bello
que cualquier adorno. Digo esto porque, cuando somos generosos en acoger a una
persona y compartimos algo con ella —algo de comer,
un lugar en nuestra casa, nuestro tiempo— no nos hacemos más pobres, sino que
nos enriquecemos. Ya sé que, cuando alguien que necesita comer llama a su
puerta, siempre encuentran ustedes un modo de compartir la comida; como dice el
proverbio, siempre se puede «añadir más agua a los frijoles». ¿Se puede añadir
más agua a los frijoles? … ¿Siempre? … Y lo hacen con amor, mostrando que la
verdadera riqueza no está en las cosas, sino en el corazón.
Deseo alentar los esfuerzos que la sociedad brasileña está haciendo para
integrar todas las partes de su cuerpo, incluidas las que más sufren o están
necesitadas, a través de la lucha contra el hambre y la miseria. Ningún
esfuerzo de «pacificación» será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una
sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí
misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde
algo que es esencial para ella. No dejemos, no dejemos entrar en nuestro
corazón la cultura del descarte. No dejemos entrar en nuestro corazón la
cultura del descarte, porque somos hermanos. No hay que descartar a nadie.
Recordémoslo siempre: sólo cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera
riqueza; todo lo que se comparte se multiplica. Pensemos en la multiplicación
de los panes de Jesús. La medida de la grandeza de una sociedad está
determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no
tiene más que su pobreza.
También quisiera decir que la Iglesia, «abogada de la justicia y
defensora de los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas,
que claman al cielo» (Documento de
Aparecida, 395), desea ofrecer su colaboración a toda iniciativa que
pueda significar un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el hombre.
Queridos amigos, ciertamente es necesario dar pan a quien tiene hambre; es un
acto de justicia. Pero hay también un hambre más profunda, el hambre de una
felicidad que sólo Dios puede saciar. Hambre de dignidad. No hay una verdadera
promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del hombre, cuando se
ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes
inmateriales: la vida, que es un don de Dios, un valor
que siempre se ha de tutelar y promover; la familia, fundamento de la convivencia
y remedio contra la desintegración social; la educación integral, que no se reduce
a una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias;
la salud, que debe buscar el bienestar integral de la persona,
incluyendo la dimensión espiritual, esencial para el equilibrio humano y una sana
convivencia; la seguridad, en la convicción de que la
violencia sólo se puede vencer partiendo del cambio del corazón humano.
Quisiera decir una última cosa. Aquí, como en todo Brasil, hay muchos
jóvenes. Jóvenes, queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad
ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de
corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen
su propio interés. A ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no
pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede
cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer el bien,
de no habituarse al mal, sino a vencerlo con el bien. La Iglesia los acompaña
ofreciéndoles el don precioso de la fe, de Jesucristo, que ha «venido para que
tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10).
Hoy digo a todos ustedes, y en particular a los habitantes de esta
Comunidad de Varginha: No están solos, la Iglesia está con ustedes, el Papa
está con ustedes. Llevo a cada uno de ustedes en mi corazón y hago mías las
intenciones que albergan en lo más íntimo: la gratitud por las alegrías, las
peticiones de ayuda en las dificultades, el deseo de consuelo en los momentos
de dolor y sufrimiento. Todo lo encomiendo a la intercesión de Nuestra Señora
de Aparecida, la Madre de todos los pobres del Brasil, y con gran afecto les
imparto mi Bendición. Gracias.”
Pero antes de ir a Brasil y a Varginha, el lunes 8 de
julio, el Santo Padre ya había ido a Lampedusa, la isla italiana en el Mediterráneo
que, por estar más cerca de Túnez que de Sicilia, sirve de entrada para muchos
inmigrantes que viene en embarcaciones frágiles de África. En su homilía
en el campo de deportes Arena, el Papa recordó un naufrago reciente: “Inmigrantes muertos en el mar, por
esas barcas que, en lugar de haber sido una vía de esperanza, han sido una vía
de muerte. Así decía el titular del periódico. Desde que, hace algunas semanas,
supe esta noticia, desgraciadamente tantas veces repetida, mi pensamiento ha
vuelto sobre ella continuamente, como a una espina en el corazón que causa
dolor. Y entonces sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un
gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo
que ha sucedido no se repita. Que no se repita, por favor…Tantos de nosotros,
me incluyo también yo, estamos desorientados, no estamos ya atentos al mundo en
que vivimos, no nos preocupamos, no protegemos lo que Dios ha creado para todos
y no somos capaces siquiera de cuidarnos los unos a los otros. Y cuando esta
desorientación alcanza dimensiones mundiales, se llega a tragedias como ésta a
la que hemos asistido… ¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y
hermanas? ¿Quién ha llorado por esas personas que iban en la barca? ¿Por las
madres jóvenes que llevaban a sus hijos? ¿Por estos hombres que deseaban algo
para mantener a sus propias familias? Somos una sociedad que ha olvidado la
experiencia de llorar, de “sufrir con”: ¡la globalización de la indiferencia
nos ha quitado la capacidad de llorar!... Señor, en esta liturgia, que es una
liturgia de penitencia, pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos
hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado y se
ha cerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón, te pedimos perdón
por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que
llevan a estos dramas. ¡Perdón, Señor!”
La austeridad es un valor que Francisco ya predicaba antes de
ser elegido Papa. “Tras la imagen
apacible del Papa Francisco hay un obispo que ha lanzado duras críticas
sociales”, dicen en la televisión digital, CeresTV, e incluyen este vídeo
en el que el Cardenal y Obispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio dice con dureza: "Con mucha vergüenza hace años
hemos asistido a lujosas cenas de Cáritas en las
que se rifaban joyas y cosas fastuosas. Te equivocaste: eso no es Cáritas."
Dice CeresTV que “en los últimos
años, cuando el papa Francisco era el cardenal Bergoglio, obispo de Buenos
Aires, no ahorró duras críticas contra un sistema económico y social injusto.”
En otra ocasión, el 26 de agosto de 2011, habló ante 400 delegados – laicos, sacerdotes, religiosas y religiosos - de las diócesis de la Región Pastoral de Buenos Aires, que participaban en el Primer Congreso Regional de Pastoral Urbana, y denunció que “El que duerme en la calle no se ve como persona sino como parte de la suciedad y abandono del paisaje urbano, de la cultura del descarte, del ‘volquete’”.
En otra ocasión, el 26 de agosto de 2011, habló ante 400 delegados – laicos, sacerdotes, religiosas y religiosos - de las diócesis de la Región Pastoral de Buenos Aires, que participaban en el Primer Congreso Regional de Pastoral Urbana, y denunció que “El que duerme en la calle no se ve como persona sino como parte de la suciedad y abandono del paisaje urbano, de la cultura del descarte, del ‘volquete’”.